jueves, 25 de septiembre de 2008

El profesor que enseña a leer con juegos, cantos y malabarismos

Mide 1.90 metros y pesa alrededor de cien kilos. Por eso, cuando llegó a la Escuela Básica Abate Molina de Quinta Normal, los niños de su clase le llegaban a la rodilla.

Y como además habla fuerte, “los más pequeños me tenían miedo y lloraban, al principio, porque decían que les daba susto el tío tan grande y no querían quedarse”, cuenta el profesor Nelson Munizaga Jerez.
-Fue un desafío. Yo estaba acostumbrado a cursos de alumnos mayores y tampoco tenía experiencia con niños integrados. Tuve que revertir todo esto a través de juegos y cantos. Hasta malabarismo hacía en la sala, había que encantarlos de alguna forma. Les leía todos los días los cuentos tradicionales.
Reconoce que no fue fácil, pero su apuesta no tardó en dar resultados: su escuela obtuvo el primer lugar en las pruebas de lectura y escritura de todos los establecimientos municipales de la Región Metropolitana (RM), con el 98%. Además, él fue elegido como el mejor profesor de su comuna. “Los evaluadores estaban muy sorprendidos de que una escuela como la nuestra, de escasos recursos y con alumnos integrados, obtuviera ese alto porcentaje”, dice. Y, además, de que “los niños con más problemas físicos fueran los que rendían mejor”.

Pero para llegar a este resultado el camino no fue corto. Al principio se asustó, “porque hacía muchos años que no tenía un primero básico. Luego les hice un diagnóstico que mostró que los niños no estaban aprendiendo al ritmo esperado”. Entonces, confiesa, “me dije que teníamos que hacer algo, reformular y ver de qué forma pueden aprender más rápido”
Explica:-Tuve que innovar; incorporé a los papás ciento por ciento y la respuesta fue muy buena. Les mostraba cómo quería que ellos enseñaran a los niños en la casa. Los invité dos veces a la semana a leerles a sus hijos en el aula. Creaban sus propios cuentos en la casa y después venían a leerlos acá y los dramatizábamos.
Era un trabajo familiar: participaban la mamá, el papá, el tío, la abuela. Desde la escuela los apoyábamos con algunas técnicas y los apoderados estaban súper entusiasmados. Los niños que tenían problemas empezaron a nivelarse, porque veían que sus papás y mamás les leían no sólo en la casa, sino en el colegio. Eso fue bien positivo.
Hacia delante, está convencido de que la base de este trabajo es el apoyo familiar. Porque, aunque tuvo gran respaldo de los directivos de la escuela -junto a un equipo multidisciplinario-, siente que el papel de los padres fue decisivo.
Orgulloso de ser profesor, dice que no se equivocó al elegir esta carrera, donde todos los días hay experiencias nuevas. Así lo vivió desde muy pequeño, ya que se crió en un colegio. Ninguno de sus hermanos quiso estudiar pedagogía, “por lo que pensé: “bueno, me toca a mí ser el profesor de la familia”. Estudió en la Universidad de Los Lagos y, si al comienzo fue más bien por darle una satisfacción a su madre, hoy está seguro de que “ésta es mi vocación”.

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